Una de romanos. Disertación sobre la grandeza y trascendencia de Roma Antigua
Por Juvenal Cruz Vega. Director de la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz.
Homo sum, humani nihil a me esse alienum puto. (Hombre soy, y pienso que nada de lo humano es ajeno para mi). Terencio A. Heautontimorumenos 77.
Este artículo que hoy comparto con los lectores de El Comunicador Puebla forma parte de mi libro, todavía inédito Defensa apasionada del humanismo. También aquí he procurado ponerle pasión a este tema tan complicado y tan polémico sobre Roma antigua, pues su contenido está lleno de temas de actualidad: política, historia, filosofía, ética, biografía, educación cívica, geografía, teatro, novela, entre otros temas. La disertación comienza con un exordio, extraído de un pensamiento de Terencio, el Africano, en el cual pongo la sentencia más famosa sobre el humanismo histórico. En seguida presento la intención de la disertación mediante un pórtico o introducción, don hago sinergia con el epílogo, al terminar la historia de Roma. Finalmente desarrollo la exposición con cuatro temas a saber: Nota propedéutica sobre Roma Antigua, Cronología de Roma: desde la fundación de Roma hasta la muerte de Octavio César Augusto, La sociedad romana y Cultura y legado romano.
Espero que disfruten este platillo suculento sobre la historia de Roma y su legado cultural. Pues a pesar de los siglos seguimos disfrutando del legado cultural que nos dejaron Grecia y Roma, es decir, maestra y discípula.
Proemio.
Comencemos esta disertación aludiendo a Cayo Julio César, porque este personaje es el centro de la historia de Roma. Es un hombre que mantuvo sus ideas y su fidelidad a Roma y a sí mismo. Es una de las personalidades más controvertidas de la historia; maestro en muchas ramas de la actividad humana, dominó por igual la oratoria y la retórica, el complicado manejo político, la escritura y la crónica, la intriga y la estrategia, la valentía en el combate y en la religiosidad, el valor en el amor y en la erudición.
Cayo Julio César dio con sus acciones, origen al moderno mundo occidental, y contribuyó a hacer de Roma el imperio más grande que se haya conocido en la historia. Su personalidad, su obra y su trascendencia hacen un paradigma, y casi como él, otros engrandecieron a la ciudad eterna. El gran poeta Quinto Horacio Flaco al ver tanta gloria en Roma enalteció la presencia y la grandeza de Grecia en las virtudes esenciales de Roma. Su bella sentencia no sólo inmortalizó a Grecia, sino también a Roma, tal como puede apreciarse en sus Epístolas: “Grecia conquistada, cautivó a su rudo conquistador e hizo penetrar las artes en el Lacio salvaje”. (Epístolas 2, 1, 156 ss. Graecia capta ferum victorem cepit et artes intulit agresti Latio).
Pero no sólo fueron las artes de Grecia las que penetraron en Roma, sino también el individualismo de los griegos, su disciplina, las ideas políticas nuevas y los dioses nuevos, procedentes de las monarquías helenísticas que se hallaban en plena decadencia. Por eso Roma no se hizo en un día –Roma non in uno die aedificata est-, tuvo un comienzo y se convirtió en una grande civilización decisiva para todo Occidente.
Así pues, quien pretenda estudiar con seriedad a Roma encontrará grandes personalidades y de sumo interés con distinta perspectiva: héroes, pensadores, generales, comerciantes, esclavos, gladiadores, hombres malvados y benevolentes. (Véase mi conferencia Defensa apasionada del humanismo clásico y cristiano, en el marco del XVI Congreso Internacional de Filosofía y América Latina, Facultad de Filosofía de la Universidad Pontificia de Santo Tomás. Bogotá, Colombia, 3 de julio de 2015).
Veamos los personajes más célebres de la historia de Roma: Eneas, Rómulo, Remo, Numa Pompilio, Marco Atilio Régulo, Anibal, Publio Cornelio Escipión el Africano, Marco Porcio Catón, el Censor; Cayo Mario, Lucio Cornelio Sila, Lucio Sergio Catilina, Cneo Pompeyo Magno, Marco Licino Craso, Cayo Julio César, Marco Junio Bruto, Marco Antonio, Octavio César Augusto, Emilio Lépido, Marco Vipsanio Agripa, Cayo Cilnio, Mecenas, Tiberio Claudio Nerón, Cayo César Calígula (Sandalita o botita, nombre popular de este emperador Romano); Tiberio Claudio Nerón Germánico, Nerón, Publio Elio Adriano, Marco Aurelio, Flavio Valerio Constantino Augusto (Constantino el Grande). Mujeres destacadas: Lucrecia, Attia de los Julios, Servilia de los Junios, Julia (hija de César), Livia Drusila (esposa del primer emperador y primera dama imperial), Valeria Mesalina, Ana Galeria Faustina, entre otras más.
También debe mencionarse a esclavos famosos, como: Espartaco y Criso. Sin duda, mencionamos a los grandes personajes de la literatura latina, tales como: Plauto Tito Maccio, Polibio, Quinto Ennio, Marco Terencio Varrón, Marco Tulio Cicerón, Catulo Cayo Valerio, Tito Lucrecio Caro, Cayo Salustio Crispo, Publio Virgilio Marón, Quinto Horacio Flaco, Tito Livio, Propercio Sexto, Publio Ovidio Nasón, Séneca Lucio Anneo, Petronio Árbitro, Marco Flavio Quintiliano, Cayo Plinio Segundo (Plinio el Viejo), Cayo Plinio Cecilio (Plinio el Joven), Cornelio Tácito, Décimo Junio Juvenal, Persio Flaco Aulo, Apuleyo Lucio, Aulo Gelio, Elio Donato, San Jerónimo, San Ambrosio, San Agustín. En suma, la lista de los grandes personajes de Roma es inmensa. También puede decirse de sus obras, sus escuelas, construcciones, vías, negocios, etcétera. (Para tener a la mano un perfil bibliográfico de los autores más representativos de la literatura romana, véase. Diccionario de Autores, obras y personajes de la literatura latina, Editorial Juventud, Barcelona, 1999).
1). Nota propedéutica sobre Roma Antigua.
El nombre de Roma está tomado del sustantivo común ῥώμη–ης–ἡ, cuyo significado es: fuerza, vigor, valentía. Esta etimología dice mucho de lo que fueron los romanos a través de su historia. Toda historia necesita un buen comienzo y la historia de Roma, aunque mucho de su inicio es leyenda y relato, no por eso deja de ser apasionada e interesante. Entre los dichos históricos algo podemos saber al respecto, “pues entre broma y broma la verdad se asoma”; “La historia la escriben los sobrevivientes y la verdad la saben los que están muertos”. “Todos los caminos conducen a Roma”, “Más vale tarde que nunca”. Pero también podemos saber grandes verdades a través de Roma. Pues la historia es la obra viva de los hombres muertos (historia est testis vivus de hominibus mortuis, o como dice el mismo Marco Tulio Cicerón sobre la historia: “Historia vero est testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis”. (La historia es el testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida y noticia del pasado. (Marco Tulio Cicerón. De or. 2, 9, 36.).
Así pues, la historia de Roma está conectada con la destrucción de Troya en el siglo XIII a. C; cuando Eneas-Αἰνείας, un varón esclarecido de la realeza de Priamo inició una larga caravana que culminó en el centro de la península itálica. (Para este tema véase Los enemigos de Roma, Philip Matyszak, Editorial Oberón, Madrid, 2005, pp. 299). Los estudiosos de Roma han dividido su historia en tres etapas: Monarquía, República e Imperio. La monarquía comienza con la fundación de Roma, el 21 de abril del año 753 antes de Cristo, hasta el exilio del último rey romano, Tarquino el Soberbio- Tarquinus Superbus– en el año 510 a. C. (Cualquier especialista de Roma Antigua al sumergirse en algún tema de esa época 753 a. C. – 476 d. C, suele poner como punto de partida ese esquema: Monarquía, República, Imperio. Ejemplo de temas: gobierno, calendario, lengua, familia, educación, monedas, campo, escuela, etcétera. Sobre este tema hay abundante bibliografía, por ejemplo, Roma: El país y el pueblo de los antiguos romanos, Emil Nack y Wilhelm Wagner, Editorial Labor, S. A. Barcelona, Madrid, Buenos Aires, 1960, 625 pp).
La República comienza al terminar la monarquía en el año 510 a. C; hasta la desintegración del segundo triunvirato y la muerte de Marco Antonio y Cleopatra VII, en agosto del año 30 a. C. El imperio comienza el 16 de enero del año 27 a. C, con el primer emperador, cuyo nombre es Octavio César Augusto. Esta etapa después de 503 años termina con la muerte del último emperador, llamado Augústulo Rómulo en el año 476 d. C.
2). Cronología de Roma: desde la fundación de Roma hasta la muerte de Octavio César Augusto.
a). El 21 de abril del año 753 a. C. Rómulo y Remo fundaron la ciudad de Roma cerca el río Tíber.
b). En 510 a. C, los romanos expulsaron al séptimo rey de Roma Tarquino, el Soberbio. Como un acto de desacuerdo utilizaron la muerte de la patricia Lucrecia, y ese mismo año Lucio Junio Bruto fundó la República y estableció el consulado. Así lo dirá más tarde el historiador Tácito en sus Historias: “Los reyes gobernaron la ciudad de Roma desde el principio. Lucio Bruto estableció la libertad y el poder. Las dictaduras eran tomadas por un tiempo determinado. La autoridad de los decenviros no duró más de dos años, tampoco el poder consular de los tribunos duró un largo periodo” . (Tácito, Historias I, 1. Urbem Romam a principio reges habuere; libertatem et consulatum Lucius Brutus Instituit. Dictadurae ad tempus sumebantur; neque decemviralis potestas ultra biennium, neque tribunorum militum consulare ius diu valuit).
c). Del 264 al 241 a. C, acontece la primera guerra púnica, y Roma controla la isla de Sicilia. Esta es la primera colonia romana ultramar.
d). Del 218 al 201 a. C, es la segunda guerra púnica, en la cual Roma vence a Aníbal y controla casi toda Hispania.
e). Del 149 al 146 a. C, es la tercera guerra púnica. Allí los romanos destruyen Cartago y toman el norte de África. Desde entonces Grecia se convierte en una Colonia romana.
f). Del 73 al 71 a. C, Espartaco y Criso dirigen una rebelión de esclavos frente a las legiones de Marco Licinio Craso. Los esclavos pierden la guerra con Craso, en gran parte por el apoyo y el relevo de Cneo Pompeyo Magno.
g). En el 60 a. C, el senado romano nombra el primer triunvirato formado por Marco Licinio Craso (comerciante), Cneo Pompeyo Magno (militar) y Cayo Julio César (militar y político).
h). El 49 a. C, Cayo Julio César, después de vencer a los galos, cruza el Rubicón con su ejército y se dirige a Roma. A raíz del éxito de César en las Galias se desencadena una guerra civil entre César y Pompeyo; éste último pierde la guerra en Farsalia (Tesalia, Grecia) y el 28 de septiembre del año siguiente muere buscando refugio en Egipto. Pompeyo fue asesinado por uno de sus centuriones de Hispania bajo las órdenes de Tolomeo XII.
i). En los Idus de marzo del 44 a. C, Cayo Julio César es asesinado por varios de sus enemigos del senado romano. Sus principales asesinos fueron: Cayo Casio Longino, Cimber Telio y Marco Junio Bruto. Según Suetonio al final de la biografía de César en su Vida de los doce césares, Cayo Julio César recibió 23 puñaladas, y la última fue dada por el propio Bruto. De allí viene la famosa sentencia: “También tú, hijo mío”. (Para conocer con más profundidad este tema, véase Las idus de marzo del año 44, en Momentos estelares del mundo antiguo, José Miguel, Baños Baños, Ediciones Clásicas, Madrid, 1998, 116-142).
j). El 29 de octubre del 43 a. C, el senado nombró el segundo triunvirato formado por Marco Antonio, Emilio Lépido y Octavio César. El nombramiento fue para cinco años, luego fue renovado en el 38 a. C. para otros cinco años, dos años después Emilio Lépido fue expulsado y sólo quedaron Marco Antonio y Octavio César, quienes más tarde provocaran una guerra civil, de las más vergonzosas de Roma.
k). En el 31 a. C, se declaró formalmente la guerra contra Cleopatra y Marco Antonio. Octavio César los venció en la batalla naval de Actio. Los dos perdedores se suicidaron un año después. De esa época hay abundantes historias apasionantes, reales y ficticias. Veamos una, aunque tiene mucho de mitificación, pero expresa también una realidad y siempre actual. Me refiero al discurso de Octavio César a las mujeres de Roma. (34–31 a. C.); aunque su fuente es ficticia se oye bonito, es gustado y aplaudido en los medios populares y políticos: “En los albores de nuestra historia, nosotros fuimos hombres recios y fuertes, pero también toscos y criaturas solitarias. Sólo cuando tuvimos esposas, comenzó nuestro viaje a la grandeza. Las mujeres de Roma conquistaron el mundo con su virtud de acero y su moral pura. Gracias a su virtud virginal, los hombres pudimos recorrer los senderos de la gloria. Las mujeres de Roma cuidaban el corazón y el amor de los hogares mientras quemábamos Cartago. Las romanas fueron, como la fiera que crio a Rómulo y a Remo, que fundaron la nación de hombres sabios e invencibles guerreros. Hablo en nombre todos, para agradecerlo a todas; cuando llegue el momento oportuno me aseguraré que todas las mujeres sean recompensadas por su virtud. En el futuro dictaré leyes que honren la fertilidad y la fidelidad del matrimonio. Promulgaré leyes que castiguen el adulterio, la promiscuidad y el vicio de toda clase.”
l). El 16 de enero del 27 a. C, Octavio César Augusto es nombrado emperador de Roma. Gobernó cuarenta años como dictador, aquellos que desobedecían sus órdenes eran castigados con la muerte. Ofreció devolver el poder al senado, pero sólo fue un truco para deshacerse de sus enemigos. En realidad, Octavio tenía el apoyo del ejército y era el único capaz de unir al pueblo romano. Con la ayuda de sus amigos, entre ellos, el general Vipsanio Agripa y el adinerado Cayo Cilnio Mecenas, realizó una tarea gigantesca; además de reformador político fue un amante entusiasta de las bellas artes y de la literatura. Se casó con Livia Drusila, descendiente de la familia de los Claudios. Al principio del Imperio recibió una Roma de ladrillos y dejó una ciudad de mosaicos. Hermoseó a Roma dotándola de suntuosos edificios y calles hermosas. Personalmente fue un hombre culto, gustoso del buen decir y de las obras poéticas. Protegió todo lo de su tiempo, fortaleció la cultura, promovió los talentos, impulsó la educación. Fue otro Pericles y un gran mecenas, por eso legó su nombre a una de las épocas más brillantes de la literatura mundial. Su gobierno fue llamado Pax Romana. Murió el 19 de agosto del 14 d. C. en Nola, en la Campania. (Para ver más detalles sobre Roma, sus personajes y costumbres véase el interesante libro Una de romanos. Un paseo por la historia de Roma, Carlos Goñi, Editorial Ariel, Barcelona, 2007, 294 pp).
3). La sociedad romana
Al igual que su historia, la sociedad romana está dividida en tres etapas: Monarquía, República e Imperio.
a). En la monarquía las personas más altas eran los patricios, que eran los nobles ricos y se consideraban herederos de los fundadores de Roma. En lengua latina se dice “gens”. Se dedicaron a los asuntos del gobierno, a trabajar y a ser propietarios de la tierra. Los patricios eran de las principales familias, es decir, de los nobles y de los que podían mostrar su genealogía, es decir, los que descendían de una gens. También había extranjeros avecinados en Roma y que no podían demostrar su genealogía. Esos fueron llamados clientes, los cuales se emplearon en las industrias. Los plebeyos eran el tercer grupo de individuos, eran varones romanos, desde los ricos comerciantes hasta los más pobres. No poseían bienes raíces y no tenían derechos civiles.
b). En la República siguieron existiendo los tres tipos de individuos: patricios, clientes y plebeyos. Al principio los patricios disponían de todo, pero los plebeyos lograron después de cruentas luchas la igualdad de derechos. Esta clase de luchas no trajo la paz debido a que las continuas guerras, enriquecieron a los negociantes sin escrúpulos, y empobrecieron a aquellos que habían formado su patria. Este desequilibrio fue la causa del hundimiento de la República romana, y aunque algunos verdaderos patriotas lo proclamaron, sus palabras quedaron hundidas en el silencio. La tiranía se fue imponiendo como sistema lógico y racional; el patricio era un hombre hambriento de poder; los clientes de riqueza, y el pueblo creía vivir en una democracia y libertad porque el gobierno satisfacía sus necesidades, ya fueran del estómago o divertimento.
c). La institución más importante de la sociedad romana fue la familia; eso desde la monarquía hasta el imperio. El pater familias era el jefe absoluto de ella, e incluso se consideraba el sacerdote del culto familiar y a él debían respeto los hijos por mayores que fueran. Disponía de la esposa, de los hijos, de los hijos de los clientes y de los esclavos. Los bienes se heredaban y de esta forma se perpetuaba la clase social. Se distinguió de la familia romana durante la época de la república por su austeridad, pero con las conquistas, esta se fue perdiendo, se alejaron las costumbres y la seguridad de todo un pueblo fue minado. En la República hay muchas magistraturas. En esta parte sólo explicaremos dos, el consulado y el senado. (En Roma había muchas magistraturas a saber: dictadura, consulado, pretores, censores, cuestores, ediles, decenviros, procónsules, propretores, imperator, lictores, senado y comicios. Más datos véase, Diccionario abreviado de la literatura clásica, opu. Cit. Mil lecciones de historia: tiempos antiguos y medios, Jaime Vicens Vives, Publicaciones del instituto Gallach de Librería y Ediciones, Vol. I, Barcelona, 1970, pp. 98-141).
d). El consulado fue la magistratura de mayor autoridad y jurisdicción, y el sumo poder ejecutivo. Desde la fundación de la República los cónsules eran dos y su mando duraba un año, convocaban y presidían el senado, mandaban a los ejércitos, tenían derecho a doce lictores, que los precedían. Alternaban entre los dos en la jurisdicción civil y militar. Su autonomía era conocida por la capa de púrpura y por el mundo de lictores. (Los dos primeros cónsules fueron Lucio Junio Bruto y Lucio Tarquino Colatino. Y el último cónsul fue Octavio César; Los lictores eran llamados a ser ministros de justicia y precedían a los magistrados con sus hachas y sus haces. Todos los magistrados tenían derecho a su silla curul. Los cónsules llevaban 12 lictores con haces, pero sin hachas en los desfiles; en cambio el que desempeñaba el oficio de general llevaba otros doce y con hacha; a los pretores con poderes civiles le acompañaban dos lictores; en las ceremonias el general dictador tenía veinticuatro lictores con los dos instrumentos. Sólo el cónsul o pretor con poderes militares podía hacer uso de la capa color púrpura).
En la monarquía había un rey, no había ejército, éste lo suplía en el pueblo. En la república si había ejército y los cónsules eran los más altos oficiales y civiles en Roma, sobre todo, su responsabilidad era dirigir el ejército porque la seguridad nacional era primero; también lo eran debido a su tremenda investidura muy importante para establecer la agenda política, legislativa y de reforma. Y no sólo involucra el gobierno de toda una provincia romana, sino también el comando militar de las regiones apostadas ahí.
e). Los senadores eran los gobernantes del pueblo durante la república. Un senador al principio era patricio, pero también algunos plebeyos al final de la república. Las legiones romanas portaban estandartes con las letras SPQR, las cuales eran las iniciales de la frase latina “Senatus populusque romanus”, esto es, “El senado y el pueblo romano”. Ese acróstico era el símbolo de la República romana. El senado en la república llegó a tener hasta 600 miembros, como se dijo al inicio, todos debían ser de la clase patricia o de los caballeros, y antes de ser senadores tenían que haber desempeñado alguna magistratura. Su cargo venía a ser vitalicio y cada cinco años el cónsul o el censor era quien reponía las bajas. Empezaron siendo meramente consultivos, pero después adquirieron poderes plenos y las declaraciones de las demás asambleas necesitaban su aprobación que era denominada Senatus consulta. Sólo para declarar la guerra o la paz se necesitaba el voto de los comicios. El senado no tenía edificio propio y cuando el cónsul o el pretor convocaba a los senadores, estos se reunían en un templo o curia; a estos senadores se les daba el nombre de Patres conscripti. (Al respeto hay una alusión de Marco Tulio Cicerón en Phil. 5, 12, 34. Patres conscripti, brevi tempore libertatem populi Romani auctoritatemque vestram recuperabitis. (Padres fundadores, en breve tiempo recuperarán la libertad del pueblo y vuestra autoridad).
f). En la época del imperio y, sobre todo, a partir del siglo I a. C; el problema social se fue haciendo más cruento. Los derechos que el pueblo había adquirido fueron perdidos, la oligarquía política y militar no sólo dominó a las clases privilegiadas, sino que la propia población romana se convirtió en un río humano de desempleados y holgazanes que llevó a Roma a su ruina. La situación se volvió desesperante, los individuos olvidaban los campos, pero en cambio las ciudades se hinchaban de multitudes de desocupados, y fue a tal grado el problema, que la tiranía tuvo que adscribir a los hombres a la tierra como si fueran parte de ella, de aquí que su el dueño del campo lo vendía, traspasaba con este a los campesinos.
Esto sólo era una parte del problema a causa de que la esclavitud imperó en Roma como en ningún otro imperio de la antigüedad, debido a que los prisioneros de guerra eran reducidos a la esclavitud. (Para tener una apreciación de la esclavitud y su paralelo con otros pueblos, véase, La esclavitud en Grecia, Roma y el mundo cristiano: apogeo y ocaso de un sistema atroz. Ettore Ciccotti. Editorial Círculo Latino, S. L. Barcelona, 2006, 320 pp). Los patricios pobres poseían por lo menos una ventena de esclavos, mientras que los ricos llegaban a tener miles y, a diferencia de Grecia, los esclavos fueron tratados como seres irracionales; por ello sublevaron en múltiples ocasiones y, cuando los enemigos bárbaros de Roma asediaron al Imperio, vieron en ellos una forma de salir de la esclavitud.
g). Durante la república y el imperio hubo exceso de esclavitud, pero también excepciones de libertad. A esos esclavos se les llamó libertos. Ese nombre se les puso, porque habían conseguido la libertad de muchas formas: comprándola con el peculium, peleando en el circo romano, siendo obediente con su amo, o por gusto del mismo dueño. Los libertos gozaban de algunos derechos, pero no de tantos como los ciudadanos con pleno derecho. Los esclavos carecían de derechos legales, se compraban o se vendían, algunos eran regalados.
También había equites o caballeros quienes eran plebeyos ricos que podían comprar un caballo fino, un equus. Al final de la República los equites o caballeros eran los ricos comerciantes.
4). Cultura y legado romano
Es verdad que Roma antigua y el Imperio romano ha desaparecido, pero no su obra, porque han quedado muchos inventos suyos, pensamientos, obras de arte, escuelas, tradiciones y costumbres heredadas. Este pueblo todavía ejerce una gran influencia en nuestras costumbres y pensamientos. Empleamos un sistema de gobierno basado en sus leyes, costumbre y valores, también en los días de la semana y el estilo arquitectónico de los edificios, el calendario, los nombres de los planetas, los números romanos, el sistema de pesos, medidas y monedas, el modelo de ciudad y de formas de gobierno, el senado, el consulado, la tribuna, el derecho y muchos aspectos culturales que han recogido diversos sectores como el pueblo, la familia, la escuela, el gobierno y la iglesia cristiana.
No todos los académicos han visto un gran legado de roma, algunos han querido separar las dos grandes culturas, por ellos se ha dicho a veces que los romanos fueron esencialmente un pueblo imitador, y que su papel en la historia de la civilización europea fue el conducto a través del cual la cultura griega pudo llegar hasta la era cristiana.
Irónicamente, este punto de vista es una herencia de los romanos, en el más sabio de los cuales encontramos una sutil mezcla de orgullo y modestia. Todo el mundo les concede grandeza militar (aunque esta admisión va frecuentemente acompañada de una cadena moral). Pocos niegan la gran calidad de su poesía, y en general se reconoce que sobresalieron en ingeniería, jurisprudencia y en el sistema de alcantarillado. Algunos les concederían algo más.
En pleno auge de la Grecomanía, en 1821, Shelly escribió en el prefacio a Hellas: “Todos somos griegos, nuestra literatura, nuestra religión, nuestras artes, tienen sus raíces en Grecia. Sin Grecia, Roma, la maestra, la conquistadora, la metrópoli de nuestros antepasados, no habría difundido con sus armas la ilustración, y seríamos aún salvajes, o, lo que es peor, podríamos haber llegado a un estado de institución social tan estancado y miserable. (Citado por Richard Jenkyns (Compliador) en El legado de Roma, Ed. Crítica, Barcelona 1993, p. 12. En esta excelente obra quedan impresos los principales aportes de Roma: poesía (Virgilio, Horacio, Ovidio), sátira, teatro, retórica, arte (arquitectura), lenguaje, derecho y ciudad. “El legado de Roma”, bajo la dirección de Richard Jenkyns, de la Universidad de Oxford, catorce especialistas nos ofrecen una visión de conjunto, actual y rigurosamente informada, donde los historiadores, se ocupan del impacto de Roma, en las diversas épocas, mientras que los especialistas en literatura clásica analizan la influencia de los grandes autores, de la sátira o la retórica, estudiosos de diversas disciplinas se ocupan del arte, la arquitectura, la ley, el teatro, la lengua con el fin de establecer el balance global de un legado que constituye uno de los fundamentos esenciales de nuestra propia cultura).
Epílogo.
Cayo Julio César como centro de la historia de Roma Antigua.
Cayo Julio César, un singular general romano, estadista, dictador, orador y uno de los más grandes hombres de la historia. Casi sin rival en el aspecto político y militar. Superior desde luego a Alejandro Magno en varios aspectos, y en otros no. Su enorme influencia histórica se revela en dos hechos categóricos: lega su nombre como encarnación de un tipo de soberanía política (cesarismo) y estructura de modo permanente el influjo de Roma en Occidente. Su construcción geopolítica fue firme, al grado que todos los países neolatinos occidentales se vinculan sin discusión a la obra que él supo crear. Bajo estos dos aspectos, la figura de César sale del marco limitado de su época y se transforma en un ente vivo, imperecedero, que hoy alienta en múltiples formas políticas y culturales a todas las formas de gobierno.
Sobre su fecha de nacimiento unos apuntan por el año 100, otros por 102 a. C. El 12 de Julio es una fecha acertada de su nacimiento; su familia era de los Julios, del patriciado, a lo que le inducía su pretendida descendencia de Julio, hijo de Eneas y fundador de Alba Longa. Sin embargo, parece ser que la nobleza de su familia era bastante reciente y que deriva de las magistraturas ejercidas por algunos de sus miembros como un tal Julio César que había sido designado cónsul en el año 91 a. C.
Cayo Julio César se casó muy joven con Cornelia, hija de Cinna, y antes de ésta, se había casado con Cassutia, hija de simples, aunque opulentos caballeros. El matrimonio con Cornelia fue legítimo, el primero no.
Siendo un adolescente aprendió latín culto y una de las lenguas de los galos con un reconocido gramático. Su tutor galo fue Marco Antonio Grifón, el cual le enseñó con disciplina.
En el 82 a. C, nace Julia, la hija de Cayo Julio César y Cornelia. Al poco tiempo, en el 68 muere su esposa. Allí en los funerales públicos, César pronunció un discurso, en el cual hizo referencia a su propio origen divino; también edificó una alabanza a Cinna y a su tío Mario; rindió honores a su joven mujer, algo que agradó mucho a la gente, puesto que no era costumbre realizar tales elegías para las mujeres que no fueran mayores. Con esto, César proyectó una eficaz imagen de hombre sensible.
Poco después de la muerte de su esposa, en el 67 a. C. César se casó con Pompeya, una parienta distante de Pompeyo, a la que repudió en el 62, acusada de adulterio con Clodio. En el 60 a. C, se forma el primer triunvirato entre César, Pompeyo y Craso, una sociedad compuesta por un político, un militar y un empresario. A partir de este acontecimiento, César comienza a tener mayor prestigio y respeto. En el 59 es nombrado Cónsul; el hábil político cuenta ya con la influencia necesaria que va a elevarlo a la perfección de su destino. César ve en el consulado un medio para obtener un cargo militar de importancia y las legiones que necesitará para conquistar el poder y someter a la oligarquía senatorial.
De esta parte logra obtener la provincia de la Galia, luego de varios años de pelea vence a los galos (58-51) y termina con el rendimiento del principal caudillo Vercingetorix. Con su estrategia y diplomacia, César logró establecer la paz y hacer amable la nueva dominación. Jamás fue romanizado un país de modo tan rápido y permanente como lo fueron las Galias por César. A eso se refiere su conocida sentencia latina, recogida por Suetonio: Veni, vidi, vici. (Vine, vi y vencí. Suet. Caes. 37).
Suetonio describe sucintamente la campaña de las Galias de esta manera: “En los nueve años de su mando César realizó las siguientes empresas: redujo toda la Galia comprendida entre los Pirineos y los Alpes, las Cavennas, el Ródano y el Rín, a provincia Romana, exceptuando las ciudades aliadas y amigas, obligando al territorio conquistado al pago de un tributo anual de cuarenta millones de sestercios. Fue el primero que, después de tender un puente sobre el Rín, atacó a los germanos al otro lado del Esterío y que consiguió señalando victorias sobre ellos.
Atacó también a los Bretones, desconocidos hasta entonces, los derrotó y exigió dinero y rehenes. En medio de tantos éxitos, únicamente sufrió tres reveses: uno de Bretaña, donde una tempestad estuvo a punto de aniquilar su flota; otro en la Galia delante de Gergovia, donde fue derrotada una legión; y el tercero en el territorio de los germanos, donde perecieron en una emboscada sus legados Titurio y Aurunculeyo. En el transcurso de estas expediciones, perdió primero a su madre, a su hija y a su nieto.
Desde el año 52 las relaciones entre César y Pompeyo eran poco amistosas, primero por la muerte de Julia, hija de César y esposa de Pompeyo, y luego por el celo de Pompeyo, debido al éxito de César en las Galias y en Roma.
En los primeros días de Enero del año 49, César cruzó el Rubicón, límite de su mando y así, emprendió con sus legiones la marcha sobre Roma. La suerte estaba echada (Alea iacta est), y con ella, la de la constitución política romana. Después de un año de guerra civil, pierde Pompeyo en Farsalia y es asesinado en Egipto por uno de sus antiguos centuriones, sicario a las órdenes de Tolomeo XII, el de 28 de septiembre del año 48 a. C.
En el año 45 a. C, Cayo Julio César derrotó a sus últimos rivales, era entonces el gobernador indiscutible de Roma. Fue un líder ejemplar, organizó el gobierno y creó un nuevo sistema fiscal más justo. También intentó paliar la pobreza, bajando los alquileres, perdonando deudas y beneficiando a los pobres con tierras. En febrero del año 44 a. C, fue nombrado dictador vitalicio, y para muchos de sus contrincantes fue una burla. Un mes después, un grupo de senadores encabezados por Cayo Casio Longino, Décimo Bruto Albino y Marco Junio Bruto, fue asesinado en los Idus de Marzo del 44 a. C. Ese grupo de asesinos se levanta para defender la constitución republicana, esto es, la privilegiada posición de su casta en Roma y en el imperio. Porque César lleva consigo al poder a los ecuestres y a los humildes populares, a los miembros del partido democrático. Ellos y la masa del pueblo le siguen en su carrera, a la realeza, al Dominatus.
Cayo Julio César escribió los “Comentarios a la guerra de las Galias” y tres libros “Sobre la guerra civil”. Estas son las únicas obras suyas que se conservan completas. También escribió un cierto número de libros que no han llegado a nosotros. Era un orador fuera de serie, descrito por Marco Tulio Cicerón como el más elocuente de los romanos.
Hay dos biografías de César, escritas por Plutarco y Suetonio y muchas biografías cortas, sobre todo a finales del siglo XX. Algunos bustos considerados auténticos reproducen un rostro austero, bien afeitado, con el pelo peinado hacia adelante, en los últimos años de su vida para disimular la calvicie, tal como Suetonio lo describió: “era alto, pálido, de mirada penetrante y ojos oscuros, pasó malos ratos a cuenta de su aspecto externo. Se contaba que había nacido luego de que a su madre le hicieron una incisión en el vientre (llamada cesárea), pero esta misma historia se cuenta del primer miembro de la gens Julia para adoptar el nombre de César, a fin de explicarlo haciéndolo derivar de caesus, es decir, corte”. (En español hay dos biografías recomendables sobre Cayo Julio César. Julio César, Gérard Walter, Planeta De Agostini, Bascelona, 1995, 465 pp; Julio César. El rey sin corona, Editorial Gredos, Madrid, 2018, 137 pp).