Murió José “Pepe” Mujica: el expresidente uruguayo que convirtió su vida en un símbolo de lucha, austeridad y democracia
Por Luis Moreno
A los 89 años, falleció este martes en su chacra de Rincón del Cerro el expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica, una de las figuras políticas más queridas y reconocidas del continente. El anuncio fue realizado por el actual mandatario uruguayo, Yamandú Orsi, quien lo definió como «presidente, militante, referente y conductor», y expresó el dolor de su partida:
“Te vamos a extrañar mucho, Viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo”.
Mujica luchaba desde abril de 2024 contra un cáncer de esófago que, a inicios de este año, confesó públicamente que había hecho metástasis. “Hasta acá llegué”, dijo entonces en una entrevista con el semanario Búsqueda, donde pidió que lo dejaran pasar sus últimos días en tranquilidad, trabajando la tierra y recorriendo su chacra. Pese a su fragilidad, nunca dejó del todo la escena pública: hasta sus últimos días recibió en su hogar a mandatarios, militantes, artistas y periodistas. Su muerte se confirmó apenas dos días después de las elecciones departamentales en Uruguay, a las que no pudo asistir.
El exguerrillero tupamaro, preso durante 14 años bajo la dictadura militar —varios de ellos en condiciones infrahumanas—, supo reconstruirse tras la salida del régimen, adaptarse a la democracia y transformarse en una de sus figuras más populares. Se convirtió en senador, ministro, presidente (2010-2015) y, finalmente, en el principal referente moral de la izquierda uruguaya. Su movimiento político, el MPP, es desde hace décadas el más votado dentro del Frente Amplio, y su influencia fue clave en la reciente elección de Orsi, su delfín político, como presidente de la República.
José Mujica protagonizó una de las historias más singulares de América Latina. De guerrillero perseguido y baleado —recibió seis disparos en 1970 y sobrevivió a una reclusión brutal durante la dictadura— a presidente austero y respetado internacionalmente, su vida fue, como él mismo dijo, “una novela” en la que la presidencia fue apenas “una pavada”.
Durante su mandato impulsó leyes pioneras como la legalización de la marihuana, el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto. También fue promotor de cambios energéticos que posicionaron a Uruguay como líder regional en energía renovable. Siempre habló desde la sencillez: vivía en su chacra, conducía un viejo Volkswagen Fusca y destinaba la mayoría de su salario presidencial a causas sociales.
La imagen de Mujica trasciende lo político: fue símbolo de humildad y congruencia, tanto en el poder como fuera de él. Sus discursos recorrieron el mundo, y su filosofía de vida —basada en la sobriedad, la justicia social y la empatía— fue inspiración para líderes, movimientos sociales y ciudadanos comunes de todo el planeta.

El exmandatario dejó también un pedido muy especial: que sus restos sean enterrados en su chacra, junto a Manuela, su perra de tres patas, fallecida en 2018 tras acompañarlo durante años incluso en sus funciones como jefe de Estado.
“Vivió 22 años. Está enterrada debajo de una secoya. El día que yo me muera he pedido que me incineren y que las cenizas las pongan ahí, junto a ella”, confesó Mujica en una entrevista con CNN.
Hoy Uruguay despide a una leyenda política, pero también a un hombre que vivió como pensaba. En un mundo lleno de discursos huecos, Pepe Mujica se volvió inmortal por su coherencia, por su historia de redención y por enseñarle a muchos que el poder también puede ejercerse con humildad.