Manos.
Por Ricardo Caballero de la Rosa
¿Por qué nos sentimos así y nos llenamos de aquello que aún no pasa?
Calladas, en movimiento repentino o serenas, nuestras intermediarias hacen del dolor el indócil ajenjo del alma, la felpa del corazón, el latrocinio del deseo, preguntan siempre, sudorosas o afiebradas, por qué me siento así, por qué la ansiedad es futuro que consume, la respuesta que no llega, el tálamo ausente, pero no responden, actúan y crean, tocan y sienten, claman y buscan a sus semejantes en el juego evolutivo del tomarnos de las manos y andar juntos.
Fieles al caminar, a pensar el mañana o recordar calores y sudores amados, acompañan cada pasado y en esas huellas entretienen el aire con formas que hieren al viento y lo hacen devolver a la naturaleza sus evoluciones.
El alma calma sus inercias cuando esas manos tocan silenciosamente al mundo e interrogan su ser por su ímpetu ígneo para llevarlo dentro, entre los corales que se mueven entre el corazón y los brazos.
Hojas de árbol cárnico, gotas de contacto, tacto de mar abierto, sonámbulas del maestro amor, lo envuelven todo, roban de lo superficial el sentido, lamen textos del perenne, vacían las sienes en la divinidad que pregonan si se juntan y abrazan. Temporales de la humanidad, hacen del cotidiano existir la absurdidad elevada a sensatez.
Mi correo es ricardocaballerodelarosa@gmail.com