Frotar.
Por Ricardo Caballero de la Rosa
Frotar el cuerpo desde el alma y con aceite de flores es hacer el amor con la naturaleza en los hombros y la delicia de unas manos movidas por ángeles.
Frotar cuerpos en la imaginación fluorescente es regresar al amor de la tierra que vierte sus inocentes silencios al absurdo inútil de amar en silencio.
Frotar sienes, cabellos, nuca y el porvenir de tu lengua rastreando peregrinaciones de pieles es hacer el amor con venados disecados y espadas.
Frotar pubis y bisontes, senos y montañas, tientos y desiertos, aves y espasmos, cantos y orgasmos, es hacer el amor del tipo que cuelga del gran árbol.
Frotar manos y emprender la excitación acumulada es hacer el amor descolgando cada prenda para satisfacer el orgullo de los amantes.
Frotar frente a ti en la erótica noche de esos ojos que en semi penumbra escapan es hacerle el amor al amor del increíble deseo de desear más amor.
Frotar a la luna y a sus hijos los carentes de sol y amor es hacer el amor a los fríos sin refugio, a los desconsolados sin fe ni amor, a los pobres de espíritu.
Frotar esas manos, cualesquiera que sean, simboliza la fraternidad mayúscula, la fecundidad de la amistad y la mayor estirpe del amor solidario.
Frotar tu cuerpo, tus brazos y el palpitar de tu alma, es frotar toda libertad y el maravilloso despertar onírico y selvático, el mejor lugar para el amor.
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