Escalada peligrosa: India y Pakistán reactivan tensiones con ataques transfronterizos tras atentado en Cachemira
Por Luis Moreno
La tensión entre India y Pakistán, dos potencias nucleares con una larga historia de enfrentamientos, ha alcanzado un nuevo punto crítico tras un letal atentado en la región de Cachemira administrada por la India, ocurrido el pasado 22 de abril, que dejó 26 personas muertas. En respuesta, el Ejército indio lanzó en la madrugada del miércoles la «Operación Sindoor», bombardeando nueve presuntas bases terroristas en territorio paquistaní, provocando la muerte de un niño e hiriendo a dos personas.
El Ministerio de Defensa de la India justificó los ataques como una operación «de precisión, centrada y no escalatoria», dirigida contra infraestructura utilizada para planear atentados contra su territorio. Las acciones incluyeron blancos ubicados tanto en la Cachemira controlada por Pakistán como en la provincia de Punjab. Según el gobierno indio, ningún objetivo militar paquistaní fue atacado, subrayando lo que calificaron como “moderación” en la respuesta.
Sin embargo, en Islamabad, el ataque ha sido interpretado como una provocación directa. Las Fuerzas Armadas paquistaníes respondieron con maniobras militares intensivas y declaraciones firmes. El teniente general Ahmed Sharif, vocero militar, aseguró que Pakistán «está dispuesto a llegar hasta donde sea necesario para proteger su soberanía y seguridad», aunque las autoridades insisten en no desear una guerra abierta.
Este nuevo capítulo en el prolongado conflicto entre ambas naciones revivió el temor a una confrontación de mayor escala. Las poblaciones civiles en las regiones fronterizas, especialmente a lo largo de la Línea de Control (LdC), han comenzado a construir trincheras y refugios, previendo posibles enfrentamientos. Los intercambios de disparos en esa zona se han intensificado desde el atentado.
En términos de capacidad militar, India mantiene una superioridad convencional significativa, con 1.46 millones de efectivos activos frente a los 654 mil de Pakistán, además de una mayor cantidad de tanques y aeronaves. Sin embargo, ambos países poseen arsenales nucleares similares: India con aproximadamente 180 ojivas y Pakistán con unas 170, lo que convierte cualquier escalada militar en una apuesta de altísimo riesgo.
La doctrina nuclear de Pakistán contempla el uso temprano de armamento atómico en caso de que su integridad territorial se vea gravemente amenazada, un elemento que complica aún más el equilibrio estratégico. Por su parte, India ha recurrido en ocasiones anteriores a respuestas quirúrgicas, como en 2016 y 2019, cuando realizó ataques aéreos tras atentados similares.
Pese a la presión interna que enfrenta el gobierno indio para tomar represalias severas, voces como la de Amarjit Singh Dulat, exjefe del servicio de inteligencia RAW, instan a la mesura: «En la guerra no hay ganadores. Nadie la desea, especialmente los generales», advirtió.
Pakistán, por su parte, ha iniciado esfuerzos diplomáticos para desescalar la situación, apelando a la mediación de la comunidad internacional. Estados Unidos y otras potencias han exhortado a ambas partes a actuar con prudencia, conscientes de que un error de cálculo podría desencadenar una guerra devastadora.
En este complejo ajedrez geopolítico, donde cada movimiento puede tener consecuencias irreversibles, el sur de Asia vuelve a situarse en el centro de la preocupación mundial. Una vez más, la paz pende de un hilo.