El impacto de un meteorito gigante hace 3.200 millones de años fertilizó los océanos primitivos y favoreció el desarrollo de la vida
Por Luis Moreno
Hace 3.260 millones de años, un gigantesco meteorito, con un tamaño estimado de hasta cuatro veces el del Monte Everest, impactó la Tierra. Aunque este evento generó una destrucción masiva, también sembró las semillas de un inesperado beneficio para la vida primitiva en los océanos, actuando como una «bomba fertilizante», según revela un nuevo estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.
El meteorito, denominado S2, tenía un diámetro de entre 37 y 58 kilómetros y era entre 50 y 200 veces más grande que el asteroide Chicxulub, conocido por haber causado la extinción de los dinosaurios hace 66 millones de años. A diferencia del impacto que marcó el fin de la era de los dinosaurios, el colosal golpe del S2 ocurrió cuando la Tierra aún era un planeta joven y dominado por microorganismos simples, como bacterias y arqueas.
Destrucción y renovación en el Eón Arcaico
Liderado por la profesora Nadja Drabon, geóloga de la Universidad de Harvard, el equipo de investigadores se enfocó en entender cómo los grandes impactos meteoríticos afectaron al desarrollo de la vida primitiva. «Estos impactos debieron afectar significativamente al origen y la evolución de la vida en la Tierra, pero cómo exactamente sigue siendo un misterio», dijo Drabon.
Los científicos estudiaron muestras de rocas en la región de Barberton Makhonjwa, en Sudáfrica, una de las áreas que conserva pruebas geológicas de eventos antiguos de impacto. Allí encontraron esférulas, pequeñas partículas redondeadas creadas por la fusión de rocas tras el choque de un meteorito, que permitieron a los investigadores reconstruir lo que sucedió tras el impacto.
Un mundo acuático transformado
En esa época, la Tierra era principalmente un planeta acuático, con océanos que dominaban el paisaje y una limitada presencia de tierra firme. Los océanos carecían de nutrientes suficientes para sostener grandes cantidades de vida, por lo que se les describe como «desiertos biológicos». Sin embargo, el impacto del meteorito S2 trajo un cambio drástico.
El choque generó tsunamis globales que devastaron los fondos marinos y un calor tan intenso que hizo hervir las capas superiores de los océanos. La atmósfera se cubrió de polvo, oscureciendo el cielo en cuestión de horas, y cualquier forma de vida en aguas poco profundas habría desaparecido rápidamente. Sin embargo, a medida que el polvo se asentaba y las condiciones volvieron a la normalidad en pocos años, el impacto había dejado algo crucial: nutrientes.
El meteorito, rico en fósforo, uno de los ingredientes clave para la vida, y el tsunami que agitó el fondo del océano, elevando hierro a la superficie, crearon un ambiente más fértil para las bacterias y arqueas que habitaban las aguas profundas. Estos microorganismos, que se alimentan de hierro y fósforo, encontraron en este nuevo entorno un lugar ideal para prosperar.
Una «bomba fertilizante» para la vida
Drabon y su equipo describen el impacto como una especie de «bomba fertilizante» para los microorganismos. “Antes del impacto, había algo de vida en los océanos, pero no mucha, debido a la falta de nutrientes y donantes de electrones, como el hierro, en las aguas poco profundas”, explicó Drabon. Pero tras el impacto, la vida no solo se recuperó rápidamente, sino que floreció gracias al aporte de estos nutrientes.
Este tipo de impactos habrían sido comunes durante las primeras etapas de la evolución de la vida en la Tierra, cuando las colisiones con meteoritos eran mucho más frecuentes que en la actualidad. Según el estudio, los «impactadores gigantes», de más de 10 kilómetros de diámetro, golpeaban la Tierra al menos cada 15 millones de años en el Eón Arcaico.
El legado del meteorito S2 en la historia de la vida
Los hallazgos de Drabon y su equipo ofrecen una nueva perspectiva sobre cómo estos eventos de devastación planetaria podrían haber jugado un papel crucial en la evolución temprana de la vida. Aunque normalmente asociamos los impactos de meteoritos con extinciones masivas, este estudio sugiere que, en sus primeras etapas, la Tierra y su vida microbiana pudieron beneficiarse de estas colisiones cósmicas.
Andrew Knoll, geólogo de la Universidad de Harvard y coautor del estudio, explicó que la vida en ese momento era mucho más sencilla que hoy en día. No había células complejas ni oxígeno en la atmósfera, pero los microorganismos, que son versátiles y se reproducen rápidamente, pudieron aprovechar la riqueza de nutrientes dejada por el impacto del meteorito.
Este estudio abre una nueva línea de investigación sobre los efectos positivos y negativos de los grandes impactos meteoríticos en la historia temprana de la Tierra, y cómo estos eventos podrían haber moldeado la evolución de la vida tal como la conocemos hoy.