Doctor Miguel León Portilla: el humanista y el filósofo. In memoriam (1926-2019)
Por Juvenal Cruz Vega. Director de la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz.
Advertencia.
Este artículo es una parte de la conferencia que dicté en la Universidad Anáhuac de la Ciudad de México, el 8 de noviembre de 2019, como homenaje al doctor Miguel León Portilla. Ahora, con algunas modificaciones comparto este trabajo con los lectores de El Comunicador Puebla. Agradezco profundamente la invitación que me hizo la Universidad Anáhuac de la ciudad de México para honrar y celebrar la vida, la obra y la trascendencia del doctor Miguel León Portilla. Muchas gracias doctor Arturo Mota Rodríguez por esta deferencia de su parte. Igualmente agradezco a las autoridades de la Universidad Anáhuac y al público que nos viene a oír atentamente.
Esta ponencia tiene dos partes. En la primera de ellas presento una biografía intelectual de Miguel León Portilla para que sirva de una guía de lectura a su monumental obra. En la segunda parte rehago el concepto de filósofo, integrando la tradición occidental y la cosmovisión prehispánica, y su relación con la perspectiva de Miguel León Portilla.
1). Perfil intelectual de Miguel León Portilla
“Ma Ximocehuitzino notlazotemachtiani, amo queman nimitzilcahuaz”. “Descansa, querido maestro, nunca te olvidaré”. (Patrick Johanson).
El doctor Miguel León Portilla fue un humanista mexicano que dedicó su vida, llena de nobleza y pasión a la sabiduría. Filólogo, historiador, poeta, lingüista extraordinario, sobre todo, filósofo: de nacionalidad mexicana y de corazón universal. Ha sido conocido mundialmente como el nahuatlato más connotado de México; igualmente uno de los indigenistas más destacados de América Latina.
Desde su adolescencia se interesó por las lenguas clásicas y la lengua náhuatl, las humanidades, la historia, la poesía y la filosofía. Fue seminarista jesuita en Isleta, el Paso Texas. Allí se formó con el trivium y el quadrivium, las lenguas clásicas, la filosofía y la historia.
Se licenció en filosofía con una tesis sobre Henry Bergson. En la Universidad Nacional Autónoma de México se doctoró en filosofía con la tesis “La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes”. (La filosofía Náhuatl estudiada en sus fuentes, Miguel León Portilla, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1966, Primera edición, 1956. Prólogo de Ángel María Garibay Kintana .410 pp.). Su asesor de la tesis doctoral fue uno de los hombres más eruditos de México en el siglo XX, el padre Ángel María Garibay Kintana. De donde puedo decir lo siguiente: “Patrem Angelum M. Garibay Kintana, magnum hominem vel potius singularem virum, doctor Michel Leon Portilla aestimabat”, cuya traducción es la siguiente: Miguel León Portilla consideraba al padre Ángel un gran hombre, mejor aún, un hombre extraordinario.
Fue su maestro de lengua náhuatl y de literatura náhuatl. El mismo doctor Miguel León Portilla a menudo narraba la historia de su encuentro con el padre Garibay. En una ocasión le escuché el siguiente testimonio al respecto: “Le hablé a la basílica de Guadalupe. Le dije: buenas tardes, padre Garibay. Me dijo: ¡qué quiere¡ Verlo a usted, dije. Pues ya me está viendo, ¿usted es el que quiere estudiar el pensamiento indígena? ¿Sabe náhuatl? O es usted como los grandes helenistas que estudian a Platón pero no saben griego, o como los grandes que estudian a Kant, Hegel y Marx pero no saben alemán. Si usted no sabe náhuatl váyase a su casita. Aquí tiene este libro que yo preparé, Llave del náhuatl. Estudie las tres primeras lecciones y venga de aquí a quince días. Si no las tiene bien dominadas mejor no venga, porque yo no pierdo el tiempo, ni con tontos ni con flojos. Hasta luego Señor”.
Quién facilitó la cercanía fue el gran antropólogo, el doctor Manuel Gamio, otro de los grandes maestros que dejaron huellas imborrables en el espíritu de León Portilla. También lo influenció la poesía de Manuel Gutiérrez Nájera. Así, la temática que lo caracterizó fue la historia, la filosofía, la poesía y las culturas indígenas. De su vasta obra, además de la “Filosofía náhuatl, estudiada en sus fuentes”, destacan otras cincuenta obras más; pero las que sobresalen son: La huida de Quetzalcoatl. La visión de los vencidos, México Tenochtitlan, su espacio y tiempo sagrado. Quince poetas del mundo náhuatl. Huehuetlatolli Tonantzin Guadalupe. Sin duda, los dos libros más leídos son: La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes y una obra que escribió en coautoría con su maestro, el doctor Ángel María Garibay Kintana, La visión de los vencidos.
Miguel León Portilla es toda una generación, estudió a los misioneros franciscanos, dominicos, agustinos, y jesuitas. Realizó múltiples estudios del humanismo prehispánico y novohispano. Por muchos años dirigió La Revista de Estudios de cultura náhuatl, en la cual publicó la mayor parte de su obra.
Ha sido respetado y estudiado por una considerable porción de estudiosos mexicanos, tales como: Ramón Xirau, Carlos Montemayor, Mauricio Beuchot, José Rubén Romero, Eduardo Matos, Rubén Murillo, Guillermo Hurtado, Salvador Reyes Equiguas, Guillermo Hernández Flores, Mario Magallón Anaya, Mercedes de la Garza, entre otros.
Aunque los otros dos grandes nahuatlatos de México, no tuvieron cercanía con él, no obstante, conocieron muy bien su obra, me refiero al doctor Joaquín Galarza y al doctor Justino Cortés Castellanos. De los tres sólo vive el doctor Justino Cortés. Hay una anécdota de este último: “A pesar de lo que digo en mi tesis doctoral sobre algunas diferencias que tuve con el doctor Miguel León Portilla, reconozco que fue un gran ser humano, se fue y me quedé con el deseo de conocerlo en persona y de hablar con él sobre varias tesis del mundo náhuatl, de sus fuentes y de su valor”.
El doctor Miguel León Portilla tuvo innumerables discípulos, pero los más destacados son: Alfredo López Austin y Patrick Johanson. Éste último, el mismo día de la muerte de su maestro había escrito lo siguiente: “Hoy México ha perdido a su más grande humanista, los indígenas a su defensor incansable de sus derechos, y en lo personal, con profunda tristeza, veo partir a mi maestro y entrañable amigo: “Ma Ximocehuitzino notlazotemachtiani, amo queman nimitzilcahuaz”. “Descansa, querido maestro, nunca te olvidaré”.
En efecto, el doctor Miguel León Portilla y todo un gran puñado de nahuatlatos vivos y algunos coleando, tienen todos los elementos necesarios para reformar la educación, si ésta, es necesaria no sólo desde el techo o la fachada y la estructura, sino también, desde la raíz, hablando de los pueblos originarios, junto con su sabiduría. Así, pues, Miguel León Portilla edificó un gran proyecto, incluyendo a los indígenas vivos y muertos. Sabía llegar al corazón de todos, porque hablaba correctamente en público, tenía excelente memoria y una justa dicción del español, debido a la fuerza y a la sabiduría de las lenguas clásicas. Con frecuencia en sus disertaciones hacía diacronía y sincronía de la lengua. Cuando se equivocaba se reía y se autocorregía parafraseando al poeta Horacio, cuando decía: Quandoque bonus dormitat Homerus, lo cual traduzco al español: De vez en cuando el buen Homero se duerme. Q. H. F. Ars poética 359.
Defiende la belleza del idioma español y el encanto de la lengua náhuatl. Uno de los versos que más difusión ha tenido se intitula: “Cuando muere una lengua”.
“Cuando muere una lengua
las cosas divinas, estrellas, sol y luna;
las cosas humanas;
pensar y sentir,
no se reflejan ya
en ese espejo.
Cuando muere una lengua,
todo lo que hay en el mundo, mares y ríos,
animales y plantas, ni se piensan,
ni pronuncian con atisbos y sonidos
que no existen ya.
Entonces se cierra a todos los pueblos
del mundo una ventana, una puerta”.
Alguna de sus anécdotas más gustadas, es que le deleitaba ser poeta; pues compartía lo que estudiaba e investigaba. Era agradable, bromista y espontáneo. A menudo expresaba que “había que compartir el conocimiento a los ojos del otro”. El gran Tlamatini, siempre habló con respeto y admiración de su esposa, la doctora Ascención Hernández Treviño, ella misma decía: “de León Portilla”. Personalmente guardo muy buenos recuerdos de mi gran amigo, el doctor Miguel León Portilla. Un día le pregunté, “si usted hubiera sido político, ¿qué hubiera hecho?” Su respuesta con alegría fue la siguiente: “Fundaría el partido de la cultura náhuatl, radical e intransigente para obligar a todos los mexicanos a estudiar la cultura náhuatl. Pues era un deseo que tenía el padre Ángel María Garibay Kintana”.
En una de aquellas conversaciones le prometí integrar en el proyecto de la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, la enseñanza de la lengua náhuatl. Y hasta ahora lo he cumplido. Sigo diciendo: Salve, magister, et salvete, cari amīci. Χαῖρε, καί χαίρετε, ἀγαπητοί φίλοι. Χάριτὲς σοι μεγάλας ἄγω, ὦ κράτιστε διδάσκαλε. Pero también Cualli Tonalli, ihuantehuatl Tlazocamati, tlamatini. Hola, buenos días, queridos amigos. Muchas gracias.
Cuando recuerdo un hermoso fragmento del gran poeta Mexicano Alfonso Reyes Ochoa, también recuerdo otro muy hermoso, leído por el doctor León Portilla. El poeta Alfonso Reyes decía: “Viaja la cultura, no se está quieta. Por tres siglos funda sus cuarteles en Atenas. Por otros tres en Alejandría. Madura por otros cinco en Roma. Ocho reposa en Constantinopla. Y al cabo se difunde por el Occidente Europeo, para después cruzar los mares en espera de la hora de América. Hoy más apremiante que nunca”. (La crítica de la edad ateniense (600 a 300 a. C.), Alfonso Reyes Ochoa, 1941, en Obras Completas, Vol. XIII, FCE, México, 1961, p. 20. También véase: Por amor al griego, la nación europea, señorío humanista, siglos XIV-XVII, Jacques Lafaye, FCE, México, 2005, p. 21).
Miguel León Portilla decía: “México nació con el mestizaje, somos descendientes de indígenas. Me identifico con un fragmento del ilustre etnólogo francés, Jacques Soustelle: Las culturas indígenas de México son una de las pocas creaciones de las cuales, la humanidad puede sentirse orgullosa de habernos creado”. Estoy seguro que muchas instituciones se han de estar organizando para hacer un celebérrimo homenaje en su memoria. Desde el instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, El Colegio Nacional. La Academia Mexicana de la historia, La Academia Mexicana de la Lengua. Hoy le rendimos un homenaje aquí en la Universidad Anáhuac en la ciudad de México. Y por qué no decirlo, también desde la “La Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz”.
En vida le concedieron a nivel mundial entre 28 y 30 reconocimientos con el grado de “doctor honoris causa”. Yo pienso que todos fueron por mérito. Así, pues, el doctor Miguel León Portilla fue un hombre extraordinario, que completó las características de un humanista de los mejores tiempos: benevolente, erudito y virtuoso, es decir, fue benemérito y un buen ser humano, porque desde su juventud supo integrar las acciones de la vida con los hábitos del estudio: disciplina, constancia, investigación y sabiduría. A menudo se pueden hallar numerosos testimonios y copiosos fragmentos que prueban ese detalle de su corazón y de su celo apostólico con la humanidad. Un humanista como él mismo se definía: Humanista con las tres hhh: humanista, con humor y con humildad.
2). El concepto de filósofo y su relación con la perspectiva de Miguel León Portilla.
En esta parte quiero reunir tres términos que tienen en común contenidos importantes: maestro, filósofo y sabio. (Aquí sigo parte de mi trabajo, La virtud y el defecto de ser maestro, donde explico la palabra maestro con los casos gramaticales. El maestro es un nominativo, genitivo, dativo, acusativo, vocativo, ablativo, instrumental y locativo).
El maestro es un genitivo y por eso explica el origen de la palabra, su procedencia, su pertenencia, es un magister en el sentido estricto de la palabra. En este sentido el maestro es radical, porque va a la raíz de los problemas, a la causa originaria y a la fuente de la sabiduría. Es un maestro filósofo, un amante de la sabiduría, un enamorado de Dios, porque ama la sabiduría, y por eso su vida es una amorosa búsqueda, es un compromiso total, es una decisión desinteresada e inacabable, es una vocación al ser. Si la filosofía es un saber que empieza en cada filósofo, en cada persona, pues la filosofía nace de la persona, es un vivir, es la armonía de los diversos estratos que constituyen al ser humano. Si es filósofo, ama la sabiduría. Y esa virtud lo hace que sea un hombre sabio, o un hombre grande. Al respecto Séneca decía: “Quare sapiens magnus est? Quia magnum animum habet”. (Sen. Epist.87,18. ¿Por qué el sabio es grande? Porque tiene un espíritu grande). Entonces, el sabio es un hombre benevolente, erudito, virtuoso y feliz. El maestro debe ser un hombre sabio, porque siempre le encuentra sabor a las cosas, a las palabras, a la vida, es decir, a la existencia humana.
En efecto, Miguel León Portilla, siguiendo a Fray Bernardino de Sahagún, escribe que: “El sabio es como lumbre o hacha grande, espejo luciente y pulido de ambas partes, buen dechado de los otros, entendido y leído; también es como camino y guía para los demás. El buen sabio, como buen médico, remedia bien las cosas y buenos consejos y doctrinas, con que guía y alumbra a los demás, por ser él de confianza y de crédito, y por ser cabal y fiel en todo; y para que se hagan bien las cosas, da orden y concierto con lo cual satisface y contenta a todos respondiendo al deseo y esperanza de los que se llegan a él, a todos favorece y ayuda con su saber. (La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. Opu.cit. p.5).
Hay numerosos testimonios sobre el sabio. En su Filosofía náhuatl reúne 21 sentencias al respecto. Comparto algunas de ellas. El sabio, una tea, una gruesa tea que no ahuma. Un espejo agujereado por ambos lados. Suya es la tinta negra y roja, de él son los códices. El mismo es escritura y sabiduría. Es camino, guía veraz para otros. Conduce a las personas y a las cosas, es guía en los negocios humanos. El verdadero sabio es cuidadoso (como un médico) y guarda la tradición. Suya es la sabiduría transmitida, él es quien la enseña, sigue la verdad. Maestro de la verdad, no deja de amonestar. Hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara (una personalidad), los hace desarrollarla. Les abre los oídos, los ilumina. Es maestro de guías, les da su camino. Conforta el corazón, conforta a la gente, ayuda, remedia, a todos cura. (La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. Opu.cit. p. 5).
Si hacemos un paralelo de varias culturas que han profundizado en las palabras aludidas. El sabio de la cultura náhuatl, el tlamatinime, alcanza también esa profundidad de la que tanto insiste la filosofía occidental y a lo que se refiere Miguel León Portilla cuando explica la primera línea al decir que el sabio, es una tea, una gruesa tea que no ahuma. En realidad es la analogía, es la proporcionalidad, hecha luz y vida. El sabio escribe nuestro autor, “tal es la forma usual de traducir la palabra náhuatl tlamatini, por juzgarla de especial interés en nuestro estudio, damos aquí su análisis etimológico, dicha voz se deriva del verbo mati (él sabe), el sufijo – ni, que le da el carácter sustantivado o participal de “el que sabe” (sapiens). Finalmente el prefijo tla es un correlato que antepuesto al sustantivo o verbo significa cosas o algo, de todo lo cual se concluye que la palabra tla.mati-ni etimológicamente significa “el que sabe cosas” o “el que sabe algo”. En esta línea con bella metáfora se introduce la figura del tlamatini comparándolo con la luz de una gruesa tea, que iluminando, no ahuma.
El concepto tlamatini y el plural tlamatime tienen una semejanza y también una diferencia con los conceptos de Occidente. Pongo algunas notas sobre la sabiduría para ahondar más en este interesante tema a propósito de la personalidad filosófica de Miguel León Portilla. Comienzo con el verbo transitivo e intrasitivo sapio-sapis-sapere-sapii (sapivi, sapui): saber, conocer, tener sabor, tener gusto, tener inteligencia, tener prudencia, saber conocer, comprender. De esta palabra se compone sapientia-ae (f): sabiduría, ciencia, conocimiento, pensamiento, inteligencia, razón, prudencia, juicio, cordura, sensatez, seso, filosofía, entendimiento, pericia, habilidad. El adjetivo es sapiens-sapientis: sabio, conocedor, inteligente, prudente, juicioso, razonable, que tiene experiencia. En los números 288 y 391 del método ecléctico analógico de griego de la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz hay dos hermosas sentencias que profundizan este conocimiento y es similar a nuestro argumento, las cuales quedan así: ἡ τοῦ σοφοῦ ψυχὴ ἡσύχιός ἐστιν (el alma del sabio es tranquila), Τίμιός ἐστιν ὁ χρυσὸς καὶ ὁ ἄργυρος, τίμιωτέρα δὲ ἡ συμβουλία τοῦ φίλου καὶ οἱ ἔπαινοι τῶν ἀνθρώπων τίμιωτάτη δὲ ἁπάντων ἐστὶν ἡ σοφία (Son valiosos el oro y la plata, pero son más valiosos el consejo de un amigo y las alabanzas de los hombres, y aún más, lo más valioso de todas las cosas es la sabiduría). San Agustín tiene una hermosa cita sobre la sabiduría: Si sapientia deus est verus philosophus est amator Dei: Si Dios es la sabiduría, un auténtico filósofo es un enamorado de Dios. (De civitate Dei, Libro VIII, Cap. I, BAC). Un estudioso de san Agustín escribe respecto a esta sentencia: “la filosofía de san Agustín se centra en el amor, de tal manera que filosofar es amar a Dios. Hoc est philosophari, amare Deum” (Antropología filosófica, José Rubén Sanabria, Porrúa, México, 2000, p. 42). La familia de palabras correspondientes en la lengua griega son las siguientes: σοφίζομαι y σοφίζω: pensar y obrar con astucia, filosofar, engañar. La palabra σοφία tiene los mismos significados que sapientia; igualmente el adjetivo σοφός-ή-όν tiene los mismos significados que su correspondiente sapiens. Toda la sabiduría clásica tanto griega como romana y medieval es rica y trascendente en su contenido. También la nomenclatura de la biblia griega es magistral al respecto. Véase el siguiente pasaje: Ἀρχὴ σοφίας φόβος θεοῦ, σύνεσις δὲ ἀγαθὴ πᾶσι τοῖς ποιοῦσιν αὐτὴν· εὐσέβεια δὲ εἰς θεὸν ἀρχὴ αἰσθήσεως, σοφίαν δὲ καὶ παιδείαν ἀσεβεῖς ἐξουθενήσουσιν. El principio de la sabiduría es el temor de Dios. La sabiduría es buena para todos aquellos que la practican. El principio de la sabiduría es el temor de Dios, pero los soberbios desprecian la sabiduría y la educación. (Prov.1, 7).
Síntesis y conclusión.
Con todo, el doctor León Portilla tuvo largas jornadas de trabajo, de estudio, de investigación y de silencio; allá en el cielo encontrará el verdadero descanso, allá en plenitud encontrará la definición de Dios. Doctor Miguel León Portilla, sus amigos, sus discípulos, y los discípulos de los suyos lo entendemos, lo queremos y lo vamos a extrañar. Para concluir este homenaje, haré un encomio al doctor Miguel León Portilla, para recordarlo como un gran maestro, debido a su máxima obra.
“Ecce homo, sanguinis Mexicanus, vir sapiens universalis intellectus. Nican Tlacatl Tlamatini ut Marcus Tullius Cicero dixerat: “Vir sapiens semper beatus est” “Ἀνὴρ σοφός ἀεὶ εὐδαίμων ἐστίν”. Hic vir, natus inter populi homines, nam ut eius amici dicere solemus, traditionem nostram sequendo: “noster venustus doctor Michel Leon Portilla est validus ut alicuius arboris stirsps”. Qua propter textum Marci Tulli Ciceronis legendum est ut vitam beati viri memorētur: “Historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis (De oratore 2, 36).
De otra forma, el doctor Miguel León Portilla es de esos hombres que han pasado a la historia dejando trascendencia para vivir mejor en un México que se está desintegrando poco a poco, siendo un hombre muerto ha dejado una obra viva de los hombres muertos. Historia est testis vivus de hominibus mortuis.
Χάριτές σοι μεγάλας ἄγω
Maximas gratias
Tlazocamati
Muchas gracias.