Opinión

Paraíso entre sombras.

Por Ricardo Caballero de la Rosa

El sol con sus incipientes hilos desnuda a la reina de la noche con la eficiencia de un incendio. Su paciente alboroto derrite las luces que disimulan su cuerpo plateado, deshilachando aquellos follajes del manto viejo. Ella, que amamanta nuestros sueños con leche de ceniza, se deja despojar de sus últimas invisibilidades, sabiendo que su desnudez es un río que los pájaros beberán al morir. Entre los párpados del atardecer, el colibrí agita sus alas—pequeñas heridas al espacio que intentar elevar el vacío—mientras las primeras sombras le arrancan del pico un nombre.  

Es un ritual de necesidad y equilibrio. El sol lame el horizonte hasta dejar desierta a nuestra doncella, expuesta como un fruto cuyo jugo solo los hambrientos recuerdan. El colibrí, cifra de un vértigo verde, clava su pico en flores imaginarias. Busca en el aire lo que el fuego le robó: el rocío lunar, ese licor que calmaba su garganta de espinas. Sus alas son relámpagos truncados, plegarias que nadie escucha; trazan círculos como si el movimiento pudiera resucitar la noche.

La madre llora lágrimas que se evaporan antes de tocar la tierra. El sol las bebe, convirtiéndolas en nubes, en promesas de lluvia que nunca cumplirá. El colibrí, ebrio de ausencia, perfora el día con su frenesí. Cada aleteo es un intento por arrancarle al cielo un jirón de tiniebla, por hallar en la luz un reflejo de aquel pezón de plata que lo saciaba. Pero el día es un espejismo: cuanto más bebe, más arde.

Al caer la tarde, la luna resurge—pálida, ajada, juquetona— y el sol huye con sus llamas entre los dientes. El colibrí, ahora silueta contra el crepúsculo, sigue danzando. Sus alas, rotas de batir contra el infinito, dibujan un himno sin notas. Sabe que mañana el fuego volverá a desvestir a la madre, que la sed será la misma. Entre tanto, bebe el rocío de las sombras recién nacidas, líquido frío que sabe a luna y a tiempo.

Y así gira el mundo: desnudando, sediento, muriendo de hambre en medio del banquete de astros y mundos. Somos esos soles con sus pájaros y sus reflectores lunares.

Mi correo es ricardocaballerodelarosa@gmail.com

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