La ciencia busca frenar el avance del Parkinson: avances desde la UNAM y nuevos enfoques terapéuticos
Por Lolis Moreno
En el marco del Día Mundial del Parkinson, la comunidad científica redobla esfuerzos para detener el avance de esta enfermedad neurodegenerativa que afecta a más de 10 millones de personas en el mundo y cuya prevalencia se ha duplicado en los últimos 25 años.
El Parkinson es el segundo padecimiento neurodegenerativo más frecuente después del Alzheimer. Se caracteriza por la pérdida progresiva e irreversible de las neuronas dopaminérgicas, responsables de producir dopamina, un neurotransmisor esencial para el control del movimiento, el aprendizaje y el estado de ánimo.
Enfoques científicos: prevenir la progresión
El profesor Aurelio Campos Romo, del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM, señala que los estudios actuales se concentran en evitar la progresión de la enfermedad. Entre las líneas de investigación más relevantes están las formas genéticas del Parkinson y el estudio de proteínas como la alfa-sinucleína, cuya acumulación anormal en el cerebro se ha relacionado directamente con la enfermedad.
“La idea es detener esa acumulación y entender por qué ocurre”, afirma el académico. Además, se investigan factores como la neuroinflamación y alteraciones metabólicas, así como avances en neuroimagen que permitirían detectar la disminución de neuronas dopaminérgicas en etapas tempranas.
Participación mexicana en terapias de reemplazo celular
Uno de los desarrollos más prometedores en la búsqueda de tratamientos efectivos es el trasplante de células dopaminérgicas. En este ámbito, la UNAM participó en un estudio internacional junto con el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez y un equipo español, en el cual se trasplantaron neuronas dopaminérgicas generadas a partir de células madre embrionarias en monos, con el objetivo de restablecer la conectividad cerebral.
“Como no podemos evitar todavía la muerte de las neuronas, buscamos sustituirlas con nuevas”, explicó Campos Romo. Aunque los resultados fueron alentadores, la aplicación en humanos aún enfrenta retos éticos y legales, especialmente en México, donde este tipo de procedimientos no está plenamente autorizado.
Actualmente, el equipo universitario trabaja en perfeccionar las técnicas de diferenciación celular para asegurar que las células trasplantadas sean exclusivamente dopaminérgicas, evitando así el riesgo de formación de tumores.
Una enfermedad compleja y de evolución lenta
Aunque los temblores son el síntoma más conocido del Parkinson, existen otros igual de significativos: rigidez muscular, bradicinesia (lentitud de movimientos voluntarios), pérdida de equilibrio y alteraciones en el sueño, el olfato y el estado de ánimo. Esta combinación de signos suele dificultar el diagnóstico temprano.
“Para que se manifiesten los síntomas, el paciente ya ha perdido entre 70 y 80% de sus neuronas dopaminérgicas”, advierte el especialista. Es decir, el daño neurológico ocurre mucho antes de que el paciente reciba un diagnóstico.
Tratamiento actual y desafíos
Si bien no existe cura, el tratamiento más común es el uso de levodopa, un precursor de la dopamina que logra atravesar la barrera hematoencefálica y compensar temporalmente la pérdida neuronal. Sin embargo, su efectividad tiene una ventana de entre cinco y diez años.
“Conforme mueren más neuronas, la levodopa pierde eficacia, porque ya no hay células donde pueda actuar”, detalla Campos Romo.
En cifras
- Afecta a 1 de cada 100 personas mayores de 60 años.
- Se estima que en 2030 habrá 12 millones de pacientes con Parkinson.
- En México, la incidencia alcanza mil casos por cada 100 mil habitantes en mayores de 70 años.
- Es más común en hombres que en mujeres.
- Aunque se han identificado más de 10 genes asociados, la mayoría de los casos no son hereditarios.
Reflexión en el Día Mundial del Parkinson
La conmemoración del 11 de abril, en honor al natalicio del neurólogo británico James Parkinson —quien en 1817 describió la enfermedad como “parálisis agitante”—, busca generar conciencia sobre un trastorno que aún no tiene cura, pero cuyo tratamiento y diagnóstico temprano pueden mejorar significativamente la calidad de vida de los pacientes.
La ciencia avanza y con ella, la esperanza de que nuevas terapias y tecnologías puedan frenar la progresión de este padecimiento y ofrecer soluciones más efectivas a millones de personas en el mundo.