Consumo excesivo de comida chatarra en México: un riesgo latente que urge atender desde las escuelas
Por Patricia Moreno Sánchez
En México, el consumo de alimentos ultraprocesados alcanza niveles alarmantes: cada persona ingiere en promedio 212 kilogramos de comida chatarra al año, posicionando al país como el cuarto a nivel mundial en este rubro, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Así lo señaló la doctora Irma Fabiola Bautista Figueroa, académica de la Facultad de Nutrición de la UPAEP, quien respaldó la decisión del gobierno federal de retirar estos productos de las escuelas como parte de su estrategia de salud pública.
Para la especialista, la medida es positiva pero insuficiente si no se acompaña de un entorno regulado y el compromiso de las familias. “La presencia de comida chatarra no solo está en las escuelas; también está en las casas, en la publicidad y en cada esquina. La solución requiere un enfoque integral”, subrayó.
De acuerdo con Bautista, entre 2020 y 2024, el consumo de productos ultraprocesados en el país aumentó del 36 al 40 por ciento, lo que refleja la permanencia de prácticas de comercialización poco reguladas. Aunque el etiquetado frontal ya es obligatorio, la especialista aseguró que aún falta mayor conciencia social y voluntad política para frenar la promoción de estos productos, especialmente entre menores de edad.
Bautista Figueroa alertó sobre los riesgos a largo plazo del consumo frecuente de productos como refrescos, snacks fritos, sopas instantáneas o galletas industrializadas, cuyo alto contenido en azúcares, sodio y grasas puede detonar enfermedades crónicas como obesidad, diabetes y afecciones cardiovasculares.
La académica recordó que esta no es la primera vez que se intenta regular la alimentación en los planteles escolares. Ya en 2010 se promovió un acuerdo nacional con objetivos similares, pero su impacto fue limitado y muchas escuelas terminaron por abandonar el programa. “Hoy es urgente retomarlo, pero con acompañamiento real a madres, padres y tutores para transformar los hábitos desde casa”, añadió.
Aunque el retiro de estos productos de las escuelas es un paso importante, la doctora enfatizó que la estrategia no tendrá resultados visibles inmediatos. “Podríamos comenzar a ver los primeros efectos en unos seis meses, si se aplica de forma constante y con seguimiento”, explicó.
Finalmente, Bautista insistió en que más que satanizar productos, el enfoque debe estar en promover una cultura del consumo responsable. “No se trata de eliminar por completo ciertos alimentos, sino de moderar su presencia en la dieta diaria y combatir la dependencia a productos diseñados para generar adicción”, concluyó.
La especialista advirtió que, si no se actúa ahora, el país enfrentará un escenario complicado en materia de salud pública, con un aumento sostenido en enfermedades crónicas, altos costos médicos y una pérdida significativa en la calidad de vida de la población.