El amor es la esencia y vocación de la existencia humana
Por Juvenal Cruz Vega. Director de la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz
Exordio.
Navita de ventis, de tauris narrat arator, enumerat miles vulnera, pastor oves. El marinero habla de los vientos, el agricultor de sus toros, el soldado cuenta sus heridas y el pastor sus ovejas. (Propercio. Elegiae. Lib. 2, 1).
Pórtico.
El amor es la más honda certeza existencial, ontológica y fenomenológica que habita en la interioridad humana. Es la esencia del hombre, su sentido originario y la vocación específica, por la cual todas las actividades del hombre adquieren mayor sentido, presencia y significación.
Después de una larga meditación sobre el hombre mismo, la naturaleza y Dios, los grandes hombres han concluido que el amor es el más grande peso existencial. San Agustín en su época de madurez exclamaba: “me tocaste y ardí en tu paz” (tetigisti me, et exarsi in pacem tuam. Conf. X, 27).
Del mismo modo, el gran poeta Amado Nervo concluía uno de sus mayores poemas con el siguiente verso: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz.
Manuel Acuña con su magna experiencia en el arte amatorio inmortalizó el amor a una mujer en su “Nocturno a Rosario”, al escribir bellamente:
“A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
más si es en vano todo
y el alma no te olvida,
Qué quieres tú que yo haga,
pedazo de mi vida?
Qué quieres tú que yo haga
con este corazón?”
Por su parte el poeta Antonio Machado nos ha obsequiado entre su extenso repertorio la siguiente delicia: “Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido. Ya conocéis mi torpe aliño indumentario, más recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario”.
En la música romántica mexicana nuestro gran artista Emmanuel, ha contribuido grandemente en este itinerario, porque ha logrado embellecer la vida en varios modos de ser de la existencia, tal como puede apreciarse en su conocida melodía, Enséñame.
“Enséñame, enséñame, a ser feliz
como lo eres tú, a dar amor
como me dabas tú, a perdonar
como perdonas tú, sin recordar
el daño nunca más, nunca más”.
Cuando una persona se enamora suele hablar de amor, pero al conocer el desamor hace la diferencia entre amar y querer. Hay suficientes testimonios en la memoria histórica al respecto. En la literatura latina puedo compartir la siguiente inscripción: “Quisquis amat valeat pereat qui nescit amare bis tanto pereat quisquis amare vetat”. (El que ama que le vaya bien, el que no sabe amar que le vaya mal. Y el que impida amar que le vaya mal dos veces más).
En este punto el Príncipe de la canción mexicana: José José, nos ha dejado uno de sus más grandes éxitos. Comparto dos fragmentos de su inmortal interpretación: Amar y querer.
Casi todos sabemos querer
Pero pocos sabemos amar
Es que amar y querer no es igual
Amar es sufrir, querer es gozar.
El que ama pretende servir
El que ama su vida la da
Y el que quiere pretende vivir
Y nunca sufrir, y nunca sufrir.
En las redes sociales son abundantes los versos populares en tiempos de San Valentín. Yo he recogido uno, y le he dado un sesgo con la filosofía interiorista en lengua latina, el cual versa así: “Non quaestio de quantitate, sed humana dignitate est amor verus. Quapropter noli a te foras quaerere, ubi te valde velle sentias. Imo vero, in interiore tuo responsum quaere, ut aliquis vere te amet. (El amor verdadero no es un asunto de cantidad, sino de dignidad humana. Por lo cual, no lo busques fuera de ti, cuando sientas que tú lo quieres tanto; al contrario, busca la respuesta en tu interior para que verdaderamente alguien te ame).
Con la ontología y la metafísica trascendental hemos podido apreciar que hay muchos modos de ser. Por eso hay diversos modos de amar, tales como: el amor a Dios, al hombre, a las letras, el amor a un amigo, el amor a la sabiduría, el enamoramiento, el amor de padre, el amor de hijo y muchas otras formas de amar. Veamos uno de los textos más connotados de la historia de la filosofía, en el cual Aristóteles da importancia al amor a los sentidos y al mismo tiempo pone énfasis en los problemas fundamentales de la misma filosofía, tal como puede hallarse al principio de su Metafísica del modo siguiente:
“Todos los hombres desean saber por naturaleza. Por eso, el amor a los sentidos es la prueba. Y en efecto, independientemente de su utilidad, son amados a causa de sí mismos, pero el más importante de los otros, de uno en uno, es el sentido de la vista. Pues no sólo cuando realizamos algo, sino también, cuando no queremos hacer nada, preferimos la vista en lugar de todos, es decir, de los otros sentidos”. (Πάντες ἄνθρωποι τοῦ εἰδέναι ὀρέγονται φύσει. Σημεῖον δ’ ἡ τῶν αἰσθήσεων ἀγάπησις. Καὶ γὰρ χωρὶς τῆς χρείας ἀγαπῶνται δι’ αὑτάς, καὶ μάλιστα τῶν ἄλλων ἡ διὰ τῶν ὀμμάτων. Οὐ γὰρ μόνον ἵνα πράττωμεν ἀλλὰ καὶ μηδὲν μέλλοντες πράττειν τὸ ὁρᾶν αἱρούμεθα ἀντὶ πάντων ὡς εἰπεῖν τῶν ἄλλων). Aristóteles. Metafísica, Libro I, 980 a.
En otra forma de amar puede hallarse un testimonio celebérrimo de la madre de Dios a los mexicanos. Rómulo Díaz (1863-1962) entona su Madrigal guadalupano, que reelabora a su vez José Luz Ojeda. Así canta don Rómulo: Siendo harto más hermosa, que la azucena, para ser mexicana, se hizo morena. Y Ojeda Parafrasea así: eres más blanca que la azucena, eres más clara que el claro sol, más te quisiste volver morena para robarte mi corazón. (Exaltación Guadalupana, Laus Guadalupensis, citado por Tarsicio Herrera Zapién).
La trascendencia del amor es uno de los temas más notables, no sólo en la teología, ética, axiología, moral, psicología profunda, pedagogía, sino también en la mitología, antropología y tanatología, esto apunta más hacia la universalidad del amor como valor y su vinculación con el ser, el bien y la verdad. Hay un mito en lengua griega que nos invita a ver esta tesis. Es la historia de Admeto y Alcestis, la cual se encuentra registrada en la historia de la mitología del modo siguiente: “Cuando Admeto era rey de Feres, siendo esposo de Alcestis, y cuando llegó su hora de morir, el dios Apolo dijo: que según su buen comportamiento anterior, era posible prolongarle la vida más tiempo, sólo si alguno de sus familiares quisiera morir en su lugar. Por su parte Admeto no fue capaz de persuadir a su padre ni a su madre, pero Alcestis por amor se sacrificó, porque sólo quería salvar a su esposo”. (Ὁ Ἄδμητος ἐβασίλευε τῶν Φερῶν καὶ ἦν τῆς Ἀλκήστιδος ἀνήρ∙ ἐπεὶ δὲ ἡ ὥρα ἧκε τῷ Ἀδμήτῳ ἀπογνῄσκειν, ὁ Ἀπόλλων λέγει ὅτι διὰ τὴν πρὶν εὔνοιαν ἔξεστιν αὐτῷν ἔτι βίον διάγειν, εἴ τις τῶν οἰκείων ἐθέλει ὑπὲρ αὐτοῦ ἀποθνήσκειν. Ἀλλ’ ὁ Ἄδμητος οὐχ οἷός τε ἦν πείθειν οὔτε τὸν πατέρα οὔτε τὴν μητέρα∙ καὶ δὴ ἡ Ἄλκηστις μόνη ἤθελε σῴζειν τὸν ἄνδρα). (Método ecléctico analógico de griego antiguo, Academia de Lenguas Clásicas, Puebla, 2024).
La mayor prueba del acontecimiento del amor lo tiene la mujer como madre, porque sabe que ser madre es un Don, un gran regalo que Dios le ha dado. Guardo entre mis apuntes una hermosa leyenda al respecto, titulada: “Un Ángel, llamado mamá”. Lo transcribo de una forma bilingüe.
Texto en lengua española.
Refiere una antigua leyenda
que un niño próximo a nacer
le dijo a Dios.
¿Me vas a enviar mañana a la tierra?
Pero, ¿cómo viviré allá siendo tan pequeño
y tan débil?
Entre los muchos ángeles escogí
a uno que te espera… contestó
Dios.
Pero aquí, en el cielo, no hago más que
cantar y sonreír y eso basta para
mi felicidad. ¿Podré hacerlo allá?
Ese ángel te cantará y te sonreirá
todos los días y te sentirás muy felíz
con sus canciones y sus sonrisas.
¿Cómo entenderé cuando me hablen
si no conozco el extraño idioma de los
los hombres?
Ese ángel te hablará y te enseñará las palabras
más dulces y más tiernas que escuchan los
hombres.
¿Qué haré cuando
yo quiera hablar contigo?
Ese ángel juntará tus pequeñas
manos y te enseñará a orar.
He escuchado que en la tierra
hay hombres malos . ¿Quién
me defenderá?
Ese ángel te defenderá
aunque le cueste la vida.
Pero estaré siempre triste
porque no te veré más, Señor,
sin verte me sentiré muy sólo.
Ese ángel te hablará de mí
y te mostrará el camino para
volver a mi presencia… Le dijo
Dios.
En ese instante una paz inmensa
reinaba en el cielo, no se oían voces
terrestres. El niño decía suavemente
…Dime su nombre, Señor. Finalmente
Dios le dijo… ese ángel se llama “MAMÁ”.
Texto latino.
Antiqua historia refert
parvulum proximum nasci
dixit Deo:
Mihi cras mittere vadis
in terram? Quomodo autem
illic vivus ero, si parvus
ac debilis sum?
Inter angelos multos unum
elegi qui te exspectat,
respondit Deus.
In caelo tamen
non facio aliquid, solummodo cano ac
rideo . Et haec felicitas mea est.
Illuc potero id facere?
Ille angelus canet ac te
arridebit in dies. Gaudebis
quoque valde, suo cantu
suisque arrisionibus.
Quomodo intelligam, donec
me legant, si
extraneam hominum linguam nescio?
Ille angelus loquetur et tibi
ostendet et suavia et mollia verba
quibus homines audiunt.
Quid faciam ubi
ego tecum diligam loqui?
Ille angelus parvas tuas manus
coniunget et deprecari
ostendet tibi.
Si in terra exaudivi
homines improbos fuisse
Quis me defendet?
Ille angelus te defendet
etiamsi ei vita constet.
Semper autem tristis ero
quia te nonnumquam videbo,
et si invisus es mihi,
me sentiam, Domine, solus.
Ille angelus maxime de me
tibi loquetur. Et viam ostendet
ut mecum revertas. Deus dixit.
Statim autem in caelo
regnabat infinita pax. Voces terrae non audiebantur.
Domine, suaviter parvulus dicebat,
da mihi nomen. Deus, ergo:
Ille angelus, inquit, nominatur “MAMMA”.
El texto aludido es una meditación sobre la mamá; es un escrito con un lenguaje sencillo, coloquial y con una prosa regular. El autor del texto en español es anónimo, pero recoge la sabiduría del pueblo que hunde sus raíces en la religión, cuyo contenido es tema de toda cultura. No hay cultura en el mundo que no tenga presente rasgos religiosos. Este fragmento alude al diálogo de Dios y un niño próximo a nacer. Su contenido es una contribución para el nuevo renacimiento de la cultura occidental, motivo de esta versión que hice en la lengua de Marco Tulio Cicerón y que todavía sigue teniendo auge en nuestra cultura y en nuestro país, a pesar de la ausencia de estudios en el sistema de educación. También es una forma de reafirmar y recuperar la familia como valor supremo de la sociedad. Además del papá y de los hijos es fundamental la presencia de la mamá, porque es la síntesis, la portadora y la plenitud de la generosidad. La mamá se desprende de todo lo suyo para acrecentar la vida de su hijo, incluso agota todas las posibilidades de su existencia, similar al sacrificio natural del pelícano que cuando ya no tiene alimento para su polluelo, se desprende de su propia sangre para alimentarlo. Dejo abierta la interpretación del texto para que el lector reviva con su imaginación, sus sentidos, sus facultades y su fe, los valores y los pensamientos más sublimes que una mamá se merece al ser persona, mujer, madre y un gran paradigma, por eso utilizo el término onomatopéyico mamá y no el abstracto indoeuropeo, madre. Sea pues, este texto, un motivo para recordar el valor sagrado de un ángel especial y simbólico, llamado Mamá. (Con verdad, así puedo describir a mi propia mamá: a Rosita Vega Aburto. Y con la misma idea puedo pensar en mi hija Linda Hypatia).
1). Meditación sobre el amor.
¿Pero qué es pues, el amor, dirán unos y levantarán la mano otros? Sin duda habrá muchas respuestas, y todas serán al final agotadas, porque el amor es una realidad tan amplia, y lo que puede captar el hombre es sólo una centella de la ancha realidad. A pesar de los intentos y de todas las formas de amar que puedan darse en el transcurso de la vida, tomando en cuenta la historia del pensamiento, apuntamos tres formas de amar, según sus aspectos y significados: Eros, Filos y Ágape.
Eros es el amor sensible, tiende al bien, es donde el hombre encuentra su plenitud, porque está hecho para el bien. El amor como Filos es lo que comúnmente llamamos amistad; parte del Eros, incluso se puede decir que es su perfección, es el amor espiritual y personal. El amor como ágape es el tercer grado del amor, que por su misma naturaleza viene de Dios; es el amor de Dios al hombre y su correspondencia a la gracia de Dios.
Todos sabemos por experiencia que el hombre vive en sociedad, porque su misma naturaleza le ha exigido estar con otros. Así lo expresó bellamente Aristóteles al inicio de su política: «Por naturaleza el hombre es un animal social o político… el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje». (Política, 11,1 1253 a.). Y más tarde Séneca escribió: «viviré con quien sabe que nació para los otros». (De vita beata, XV, 20). Por su parte san Agustín, el filósofo de la interioridad y del amor escribió: «mi amor es mi peso, él me lleva donde quiera que voy». (Confesiones, XIII, 9, 10: Pondos deum amor meus, eo feror quocumque feror). Estos testimonios muestran claramente que el hombre naturalmente tiene disposición de comunicación, es más, el hombre mismo es comunicación.
En efecto, el hombre tiene la capacidad de comunicar, porque él mismo es comunicación. Se comunica por medio de la palabra, la corporeidad, pero con más plenitud se comunica por medio del amor. El amor en un sentido general tiene varios significados, y por su modo de aplicación concreta es analógico. Por eso hay amor paterno y materno, filial, fraternal, de amistad, conyugal, patriótico, etcétera. Casi todos los autores consideran tres grados en el amor o modos diversos de amar: Eros, Filos y Ágape, tal como se apuntó arriba. (Por ejemplo las reflexiones de Jean Lacroix, Kart Jaspers, Emmanuel Lévinas, Pedro Laín Entralgo, Adela Cortina, Carlos Díaz, Pedro Gasparotto, Sanabria, Basave, etcétera).
El amor como Eros, «es el amor sensible, pero sin caer en el dualismo alma-cuerpo, ya que en este amor interviene el hombre entero (espíritu encarnado, unidad plural), aunque con cierto predominio de la dimensión corpórea y por lo mismo con relativa participación de la libertad. Por eso, lo que generalmente provoca al amor erótico es la belleza sensible: esplendor de formas y colores, armonía de figuras que atraen y que producen fruición y felicidad. Contiene la unión de lo verdadero, de lo bello y de lo bueno. Entonces Eros tiende al bien donde el hombre encuentra su plenitud porque está hecho para el bien”. (Sanabria, José Rubén. Filosofía del hombre, Porrúa, Segunda edición, México, 2000. p 186).
No se piense que el amor (Eros), como se trata del amor sensible, sea el amor sexual en absoluto, pues abarca todas las partes sensoriales, tanto externas como internas. Sin embargo, el amor erótico «funda el encuentro que puede producir cambios profundos en las personas. Da lugar al diálogo que enriquece a los dialogantes, origina una clase de amistad que suele impregnar de alegría la vida humana. El amor erótico se deja sentir en el arte, en la oratoria, en la enseñanza, en la educación y aún en las actividades religiosas». (Ibidem p. 187).
El amor como Filos, es lo que comúnmente llamamos amistad. Parte del Eros, incluso se puede decir que es su perfección. Es el amor espiritual y personal; éste último «en sentido amplio es amor personal en cuanto que abarca al hombre entero y expresa lo mejor y lo más profundo de la persona. Es espiritual, en cuanto que surge del ser humano, todo entero, con énfasis sobre el espíritu». (Ibidem p. 189).
La amistad brota de las últimas profundidades de la persona, por eso «llega a lo mejor, único e irrepetible, de otra persona». (Idem). Por la amistad el hombre se encuentra en su yo profundo, pues es el verdadero amor, de aquí la necesidad de que Eros se transforme en Filos. Ya que la amistad «es querer el bien de la persona amada, pues ya lo había expresado Aristóteles: amor es desear a otro todo lo que se considera bueno, no por uno mismo, sino por el otro». (Ibidem, p. 190). De modo que la amistad «es un dinamismo que provoca interioridad, alegría, felicidad, entusiasmo por crecer en el bien y la autorrealización personal». (Ibidem, p. 194).
El amor como amistad, “es el más rico y evidente medio de comunicación, porque el amor no es solamente un sentimiento, una descripción, una noción sino que es algo ontológico», es una realidad, una verdad evidente y oculta en un misterio. (Ibidem, p. 195). En este sentido conviene ayudarnos de un texto de san Agustín que reza así: «hay que juzgar al hombre, no por lo que sabe, sino por lo que ama. Sólo el amor hace de él lo que es, el amor bueno lo hace bueno, el amor malo lo hace malo». (Epist 155,13 Mores autem nostri, non ex eo quod quisque novit, sed ex eo quod diligit, dijudicari solent: nec feciunt bonos vel malos mores nisi boni vel mali amores).
La amistad es un valor humano que se fortalece con el trato, necesita del tiempo para crecer en la persona. Muy pocos conservan la amistad de sus verdaderos amigos, con razón Cicerón no se cansaba de expresar: «Nada más difícil en la vida que hacer durar una amistad hasta el último día de la vida». Pues la amistad va creciendo cotidianamente en las relaciones interpersonales «es el descubrimiento del otro en tanto que otro y desde más allá de él mismo, desde su vocación», como dice Jean Lacroix, o como diría Jaspers, «el surgimiento conjugado y concreador de dos libertades personales que se afirman a sí mismas afirmándose amorosa y recíprocamente». (José Rubén Sanabria. En torno a la soledad, en Revista de Filosofía, año IV, núm 12, UIA México, 1971, p. 303).
La amistad «es la actitud comprensiva interpersonal: es intercambio sincero y gozoso». (Idem). En la amistad, «adquieren valor especial no sólo las palabras, sino también los gestos y el silencio: las palabras porque significan y expresan el nosotros cordial que forman el yo y el tú; la sonrisa —gesto característico de la convivencia amistosa— porque es el símbolo del gozo que me causa el que tú y yo estamos viviendo un nosotros único; el silencio, porque es el símbolo de la fruición inefable en el espíritu por la realidad de ser nosotros”. (Idem).
Hay muchos testimonios sobre la amistad, no obstante, es ejemplar un texto alejandrino que guardo entre mis apuntes y que hoy comparto con tanta alegría y pasión. “Μέγας θησαυρὸς ὁ φίλος ἐστί, καὶ ἄξιος πασῶν μελετῶν. Ὁ φίλος συμβουλεύει ἡμῖν ἐν ταῖς ἀπορίαις, κωλύει τὰ ἡμέτερα κακά, δακρύει σὺν ἡμῖν ἐν ταῖς ἀτυχίαις, καὶ ὅταν ὦμεν νοσεροί, νυκτερεύει πρὸς τῇ ἡμετέρᾳ κλίνῃ θωπεύων ἡμᾶς μύθοις μαλακοῖς. Ὁ φίλος ἐστὶν ἄλλος ἐγώ, καὶ ἡ φιλία πεγὴ χαρᾶς καὶ ἡδονῆς”. (El amigo es un gran tesoro y digno de todos los cuidados, el amigo nos aconseja en todas las dificultades, impide nuestros males, llora con nosotros en las desgracias, y cuando estamos enfermos pasa la noche cerca de nuestra cama, alagándonos con conversaciones agradables. El amigo es otro yo, y su amistad es fuente de alegría y de complacencia). (Método ecléctico analógico de griego antiguo, Academia de Lenguas Clásicas, Puebla, 2024).
El amor como Ágape es el tercer grado del amor, que por su misma naturaleza viene de Dios. Es el amor de Dios al hombre y la correspondencia de éste a la gracia de Dios. Este grado de amor le da plenitud al Eros y al Filos. En el ágape hay un verdadero dialogo, pues en el “dialogo amoroso con Dios se realiza la realización personal yo-tu entre el hombre y su creador, relación que exige la más profunda soledad”. (Ibidem, p. 305).
El amor es el modo de comunicación más pleno y eficaz. “Si el amor parece un misterio, por lo mismo es indecible, se debe a que el amor es la esencia del hombre que sigue siendo, a pesar de los constantes intentos por definirlo, el profundo abismo que dijera Agustín” —Magnum et profundum est ipse homo— (José Rubén Sanabria. Filosofía del hombre, op. Cit. P. 95 El texto de san Agustín, Confess IV 14,21).
2). Síntesis y conclusión.
Al final de la jornada cada uno podrá tener su propia apreciación sobre el amor. Uno de los más grandes hombres de la historia en su obra “Amores”, Ovidio Nasón había escrito. “Yo no me considero un experto de finos caballos, pero ojalá aquel auriga derrote al que tú misma favoreces. He venido para hablar contigo y sentarme junto a ti, no sea que no conozcas el amor que me despierta. Tú contemplas las carreras y yo a ti, observemos ambos lo que nos deleita y cada uno que alimente sus propios ojos. (Non ego nobilium sedeo studiosus equorum; cui tamen ipsa faves vincat ut ille precor. Ut loquerer tecum veni tecumque sederem, ne tibi non notus quem facis esset amor. Tu cursus spectas, ego te – spectemus uterque quod iuvat, atque oculos pascat uterque suos)”. (Amores, III, 2).
No obstante, la experiencia hace la diferencia. Usus magistrum facit (la experiencia hace al maestro como solía decir Marco Tulio Cicerón). San Agustín, uno de los más grandes pensadores sobre el amor, nos ha dejado pincelado uno de sus versos que vino a inmortalizar la vida existencial de los hombres al decir con harta pasión y hermosura: Sero te amavi, pulchritudo tam antiqua et tam nova, sero te amavi¡ Et ecce intus eras et ego foris, et ibi te quaerebam et in ista formosa, quae fecisti, deformis irruebam. Mecum eras, et tecum non eram. Ea me tenebant longe a te, quae si in te non essent, non essent. Vocavisti et clamasti et rupisti surditatem meam, coruscasti, splenduisti et fugasti caecitatem meam, fraglasti, et duxi spiritum et anhelo tibi, gustavi et esurio et sitio, tetigisti me, et exarsi in pacem tuam. (Tarde te amé, oh belleza tan antigua y tan nueva, demasiado tarde te amé. He aquí que tú estabas dentro y yo estaba afuera, y allí te buscaba, y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo. Aquellas cosas me mantenían lejos de ti, las cuales si no estuvieran en ti, no existirían. Llamaste y exclamaste, y rompiste mi sordera. Alumbraste, resplandeciste y ahuyentaste mi ceguera. Exhalaste tu perfume, respiré tu espíritu, y suspiro por ti, gusté de ti, y siento hambre y sed de ti, me tocaste y ardí en tu paz). (Conf. X, 27).
Dije al principio que el amor es la esencia y vocación de la existencia humana. Es el valor supremo que mueve al hombre desde adentro de sí mismo, desde su interioridad. Por ello todos los valores lo ponen al centro de la vida y de la acción humana. Pues como dice el filósofo español Carlos Díaz Hernández. (La idea la tomé del fragmento que puso en la contraportada de su reciente libro, el filósofo español Carlos Díaz Hernández, cuyo título es: Los mínimos filosóficos que deben estudiar los psicólogos y maestros serios, Editorial Sinergia, Guatemala, 2016).
“La justicia sin amor te hace duro.
La inteligencia sin amor te hace cruel.
La amabilidad sin amor te hace hipócrita.
La fe sin amor te hace fanático.
El deber sin amor te hace malhumorado.
La cultura sin amor te hace distante.
El orden sin amor te hace complicado.
La agudeza sin amor te hace agresivo.
Todo lo que he dicho en esta disertación no se opone a aquello que expresaba con tanta pasión y profundidad filosófica el doctor José Rubén Sanabria, citando a Emmanuel Mounier: «El acto de amor es la más honda certeza del hombre, el cogito existencial irrefutable, yo amo, luego el Ser existe y la vida vale la pena de ser vivida». (Entrevista a José Rubén Sanabria, Juvenal Cruz Vega).
Muchas gracias. Ciudad de Puebla, 24 de noviembre de 2024.